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Retrato de Juan Torres de Vera y Aragón, cuarto adelantado del Río de la Plata y del Paraguay, quien se
hizo cargo de la gobernación en 1587 y actuaba gracias a sus alianzas locales y basándose en intereses
localmente cristalizados.
LA DOBLE PERCEPCIÓN DE INFINITO Y LA LITERATURA EUROPEA
“El paisaje se repetía idéntico, sin relieve, ilimitado, con excepción de los rebaños y caballadas, alguno
que otro solitario jinete y a lo lejos, los pequeños montes que denunciaban algún casco o algún puesto de
estancia, arboledas que se me antojaban islas en inmensos campos con vocación de mar (…)”22.
Pregonada la nueva fundación, se alistaron unos 60 colonos (los denominados “mancebos de la
tierra”) -en su mayoría población mestiza proveniente de la ciudad de Asunción- atraídos por las
ventajas que la ciudad les ofrecía, a quienes Garay les prometía, además, el derecho de
adueñarse de cuantos caballos cimarrones pudieran encontrar en las inmediaciones23. Es cierto
que, en los primeros años, la pequeña ciudad necesitó la colaboración económica de las
ciudades de Santa Fe y del Paraguay para alivianar las penurias del vecindario, pero salvados los
inconvenientes de esa etapa, y a pesar de la prohibición de comerciar con la Corona, La Trinidad,
auxiliada por su excelente posición geográfica, creció de forma sostenida. Es probable, según el
historiador Rodolfo Giunta, que a Garay lo haya impactado la doble percepción de infinito (es
decir, la presencia del Río de la Plata por delante y una extensa Llanura Pampeana por detrás),
pues se trataba de la matriz natural perfecta para adosar una matriz cultural, concebida como
cuadrícula, como puede comprobarse en la iconografía, e inclusive en la cartografía de la época,
convirtiendo a Buenos Aires en una de las pocas ciudades en el mundo en la que la mayor parte
de sus planos no poseen orientación Norte24. Buenos aires vivió por más de un siglo un gran
aislamiento, el cual se extendió hasta mediados del siglo XVIII, a pesar de que desde 1617 se
había convertido en sede de una de las gobernaciones que conformaban el extenso Virreinato del
Perú. Cuando en 1658 y 1659, el comerciante francés Acarette du Biscay recorrió el camino entre
el puerto de Buenos Aires y Potosí, la ciudad era un pequeño poblado sin atractivos y el campo
estaba despoblado y las aldeas de españoles diseminadas. La única riqueza de las llanuras
vecinas que encontraban salida por el precario embarcadero que comenzó a formarse en el
Riachuelo eran los cueros, las astas y la grasa del ganado vacuno y caballar que se reprodujeron
por todo el territorio de forma sorprendente y que eran exportados hacia Europa. Se calcula que
cuando Arette visitó la ciudad a principios del 1600, había unos veintidós buques holandeses
cargando entre 13.000 y 14.000 cueros de toro cada uno.