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Petén - Viaje a Guatemala - Prensa Libre
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Antigua Guatemala

Petén

   

Petén

Al departamento que sirvió de inspiración al escritor guatemalteco, Virgilio Rodríguez Macal, para escribir el libro La Mansión del Pájaro Serpiente, le corresponde el turno en este recorrido por nuestro país.

La belleza natural es, sin lugar a dudas, una importante carta de presentación de la inmensa región petenera. Este patrimonio ecológico sin parangón en Centroamérica sólo es superado por la riqueza arqueológica que caracteriza al Petén y que lo ha convertido en uno de los centros más interesantes para el turismo mundial.

Además de sus sitios arqueológicos, encontramos aquí una extensa y variada vida silvestre, que se presenta en toda su belleza a los que se atreven a internarse en sus tupidas selvas.

El valor histórico del Petén se traduce en la ocupación que la cultura maya hizo de él hace varios siglos, cultura que dejó una huella perenne en la historia y en la vida actual de Guatemala.

Templo El Gran Jaguar,
en sitio arqueológico Tikal.

 
Datos generales
Nombre del departamento:   Petén.
Cabecera departamental:   Flores.
Población:   321,186 habitantes aproximadamente.
Municipios:   Flores, San José, San Benito, San Andrés, La Libertad, San Francisco, Santa Ana, Dolores, San Luis, Poptún Sayaxché y Melchor de Mencos.
Clima:   Cálido tropical.
Idioma:   Itzá', lacandón, mopán, español y en menor cantidad
q'eqchi' e ixil.
Altitud:   127 metros sobre el nivel del mar.
Límites territoriales:   Limita al norte con México, al este con Belice, al sur con Izabal y Alta Verapaz y al oeste con México.
Extensión territorial:   35,854 kilómetros cuadrados.
Fiesta titular:   11 y 12 de diciembre en conmemoración a la Virgen de Guadalupe, del 2 al 15 de enero en honor al Señor de Esquipulas.
Creación del departamento:   Poblado por los mayas desde el año 400 de nuestra era.
Temperatura:   Máxima 35 grados centígrados.
Mínima 15 grados centígrados.

Milenario entre historia y tradición

Por Alfonso Arrivillaga Cortés

Sin duda, Tikal es el lugar más importante del listado de sitios precolombinos en Petén; pero la lista es más larga de lo que podemos imaginar: Yaxhá, Nakún, Nakbe, Aguateka, Petexbatún, Piedras Negras y Ceibal, son considerados de primer orden; por lo que dejamos sin incluir una infinidad de sitios.

El tiempo de ocupación del departamento prácticamente fue continuo hasta la llegada de los españoles, pero no por ello significó que la conquista fuera temprana. Y es que Hernán Cortés pasó por la región ya en 1502, en su paso a Honduras, pero después de este hecho, fueron varios los intentos de “entrada” y de “conversión” de los españoles, aunque todos fracasaron.

No fue sino hasta 1697, cuando Martín Urzúa y Arismendi logró la primera reducción de itza'es, precisamente en “noh petén”, en el lugar que ocupa hoy la actual Isla de Flores. Dos años más tarde de haber consolidado la conquista del centro del departamento, se logró la de los mopanes; al parecer paralelo a este proceso, esa otra serie de grupos étnicos pobladores, referidos por los cronistas, se vieron envueltos en un violento proceso de extinción.

Algunos bolsones de población chol, situados en las márgenes del Río La Pasión y del Usumacinta, los que habían permanecido en la región hasta mediados del presente siglo, terminaron por huir a territorio mexicano en la lacandonía, acosados por las políticas de gobierno; especialmente las implantadas por Jorge Ubico, que incluso trajo a varios de ellos para ser exhibidos en los campos de la feria de noviembre, como parte de las ideas exóticas que se tenía de ese pueblo.

Durante la colonia, la isla fue bautizada inicialmente como Nuestra Señora de los Remedios y San Pablo del Itzá; fue en este lugar donde se levantó el fuerte presidio de Arismendi. De este período colonial podemos apreciar también los poblados de San Andrés y Dolores.

Actividades como las monterías, conocida como explotación maderera, la chiclería, extracción de xate y pimienta negra, han influido determinantemente en las formas de subsistencia que practican los pobladores. Algunos terratenientes cuentan con importantes fincas de ganado, aprovechando las formaciones tradicionales de las sabanas, propias del centro del departamento y el resto de la población campesina se dedica a la agricultura.

A mediados del siglo XX, el gobierno de la República inició un ambicioso proyecto de colonización de las márgenes del Río la Pasión y Usumacinta, lo que trajo consigo la formación de varias cooperativas asentadas a las orillas de estos ríos; de aquí se partió a la formación de otros poblados como El Chal y se consolidaron otros asentamientos como la cabecera del municipio de Sayaxché.

Detalle del relieve de Estela
en Ceibal, Sayaxché.

Patrimonio cultural

Petén es sin duda una de las áreas más importantes de ocupación precolombina. Ahí se encuentran infinidad de sitios arqueológicos, unos de gran valor documental y que merecieron la declaratoria de patrimonio de la humanidad.

Un paseo al cercano Tayasal, pronto le remitirá al imaginario de la ocupación prehispánica. Los actuales itza'es y los mestizos peteneros aún cuentan en su tradición oral la historia de estos grupos guerreros. La leyenda más contada es quizá la del paso de Hernán Cortés, del que se deriva la leyenda del caballo de piedra, que se encuentran en alguna parte del fondo del lago, probablemente en el lugar conocido como Punta Nitun camino a San Andrés, en las márgenes del lago.

El otro grupo de ascendencia maya, con una cultura propia de las tierras bajas, es el mopán ubicado en el municipio de San Luis, mientras que en el sur de Belice el resto de la población finalmente fue diezmada en el violento proceso de conquista. No obstante, hoy el turista podrá apreciar grandes contingentes de población maya; éstos son en su mayoría migrantes q'eqchi'es de la Verapaz.

Este grupo maya ha traído consigo en esta movilización cultura y tradiciones; por lo que expresiones tradicionales de la Alta Verapaz, como los Pabankí, los bailes de Venados, rituales y culinaria q'eqchi', son encontradas en Petén, sobre todo en el sur del departamento.

La población mestiza petenera en la actualidad es reducida, dado que el departamento se ha convertido en un importante punto de atracción para los campesinos del país; de esta manera muchos de los “ladinos” asentados en el departamento son definidos como “sureños”, y traen consigo una cultura principalmente proveniente del oriente del país, de donde son oriundos.

La Isla de Flores cuenta con una particular tradición arquitectónica de corte caribeño, única en el territorio nacional. Esto constituye un encuentro entre la tradición arquitectónica del caribe inglés y la tradición maya. Por fortuna este rostro poco ha cambiado en la isla y presenta síntomas de recuperación.

Poblados como Uaxactún y Carmelita, en pleno corazón de la Reserva de la Biosfera Maya, son el clásico ejemplo de comunidades extractivas de chicle. Otras, como el Remate en camino a Tikal, producen una abundante, variada y rica tradición artesanal de talla en madera que es bien recibida por los visitantes como recuerdos.

La tradición festiva de estos pueblos es diferente al resto del país. Sobresale en sus bailes el de La Gigantona, llamada Chatona, que se hace acompañar del caballito (otra estructura de madera), danza que cuenta con su pieza especial en el repertorio musical tradicional, que se caracteriza por zapateados y otros ritmos similares llamados huachinangos. Podemos apreciar también polcas y shoties, los que dan prueba de su marcada influencia europea, pero también de su conexión yucateca y campechana.

Vegetación, biotopo del Zotz en San José.

Llanura selvática

Su patrimonio aglomera junglas, extensas sabanas, humedales, ríos y las complicadas esculturas de una intemperie inclemente. Con todo, es la representación de un trópico forjado bajo la poderosa influencia del Caribe. El fascinante carácter de su conformación ecológica muestra un misterioso influjo caribeño.

El departamento es parte de una sola masa estructural con la península de Yucatán. Consta de una base de rocas muy antiguas, cuyas edades pueden remontarse hasta 370 millones de años. Sobre ellas se emplazaron, en por lo menos dos formidables períodos de deposición, enormes volúmenes de sales calizas, principalmente carbonatos y sulfatos de calcio.

Ambos territorios forman una vasta plataforma, que nació cuando en la costa este de Norteamérica se levantaron las montañas llamadas Acadianas. Esta plataforma, según se ha podido interpretar, era parte de la "minúscula" placa tectónica conocida como Maya Oriental. De su ajuste y lenta evolución, se formaría el zócalo ancestral; es decir el basamento más antiguo.

El territorio Petén-Yucatán se ha originado en el poderoso levantamiento acadiano del fondo oceánico, luego fue colosalmente hundido hasta su reconversión en lecho marino. Un formidable empuje desde abajo, y vuelve a ser tierra seca. Otro hundimiento, y una vez más a las profundidades marinas, de donde habría de surgir por tercera vez. En tanto, su microplaca tectónica también se daba a la tarea de desplazarse sobre la superficie, buscando acomodo en un proceso inexorable y lento, uno de cuyos momentos es el que vemos ahora, a modo de fotografía que congela el tiempo geológico.

Los dos hundimientos le proveyeron, como se dijo, de muchas calizas. Inconmensurables volúmenes de sales de calcio, con las que los elementos se solazarían moldeando y esculpiendo miles de caprichosas formas. Cavernas atiborradas de estalactitas, inimaginables túneles surcados por ríos que cortan una oscuridad pavorosa y murmurante, siguanes que se abren al sol, manantiales que escupen torrentes de aguas azulosas y grietas que igualmente pueden tragarse un río en un abrir y cerrar de ojos, descubren una porción del mundo subterráneo a la curiosidad de los seres que pululan sobre el peculiar campo.

   

Atractivos naturales

Hay en Petén dos Reservas de la Biosfera, siete Parques Nacionales, cinco Refugios de Vida Silvestre, cuatro Biotopos Protegidos, tres Monumentos Culturales y una Reserva Biológica.

Todos estos lugares, además de la espléndida naturaleza que resguardan, poseen sitios arqueológicos de enorme valor.

Laguna y sitio arqueológico Yaxhá,
desde el Templo 216, en Flores.

   

Áreas protegidas

El total de tierras protegidas de Petén es enorme. La superficie que ocupan, de casi 17,000 kilómetros cuadrados, resulta tan grande como los departamentos de Totonicapán, Quiché, Quetzaltenango, Sololá, Chimaltenango, Sacatepéquez y Guatemala juntos. Hay ahí, al menos, dos Reservas de la Biosfera, siete Parques Nacionales, cinco Refugios de Vida Silvestre, cuatro Biotopos Protegidos, tres Monumentos Culturales y una Reserva Biológica. Todos, además de la espléndida naturaleza que resguardan, poseen sitios arqueológicos de enorme valor.

De sobra está decir que cada una de estas zonas representa una portentosa muestra de la creación. Para el visitante, se muestra la posibilidad de pasar la noche en una tienda de campaña, tal vez amenizado por el rugido de los pumas a sabiendas que en la mañana podrá despertarse con el griterío de los monos aulladores. Luego, a lo mejor le interese caminar tranquilamente en un sendero educacional, estudiar las aves o admirarse de las piruetas de los micos, ver una familia de pizotes o apreciar el potente aleteo de los pavos silvestres. Quizás quiera sentarse a la sombra de algún árbol, junto a unas ruinas del pasado maya.

Aventuras y exploración. Es aconsejable navegar en los tres ríos más impresionantes: La Pasión con sus amplios meandros, que prolonga el goce de estar en un mundo de color, calor, clorofila y vigorosas manifestaciones de vida; Usumacinta, el señor de los ríos, poderoso, a veces violento y a veces apacible, recomendable para expertos; así como el San Pedro y sus tributarios, en las planicies del noroeste, una vía de hermosura inimaginable que pasa al sur de la zona de pantanos interiores de agua dulce más grande de América Central.

Si el visitante desea introducirse al mundo oscuro y húmedo de las entrañas de la tierra, quizás quiera empezar por las grutas de Naj-tunich, por las de Aktún-kan o por las de Jobitzinaj. Tienen la ventaja de ser muy conocidas y ricas en los detalles propios de las cuevas kársticas: estalactitas, bóvedas, cámaras, pasadizos, “nidos de perlas”, el eterno goteo del agua y el acre olor a moho y murciélago.

Si quisiera algo más, todavía hay infinidad de cavernas a la espera de ser descubiertas.

La selva misma es un infinito surtidor de oportunidades para la exploración. Profusión de noveles botánicos se adentran a ella con la ilusión de descubrir una nueva planta medicinal, otros tal vez vayan impulsados por la búsqueda de una flor de prestancia exótica o de una especie que la ciencia todavía no conoce.

Pero la selva no es sólo para botánicos. ¿Cuántos fotógrafos van en busca de un cuadro único o un motivo excepcional? ¿cuántos estudiosos desean encontrar materia para sus divagaciones? y ¿cuántos escritores no han explorado sus misterios para lograr una obra tan perecedera como el trópico que les da inspiración?

Izquierda: El Cenote, en Bethel, La Libertad.

Rodríguez Macal fue uno de éstos. Gracias a que Petén se aferra a seguir siendo el mundo del misterio verde, muchas personas más podrán seguir disfrutando de las maravillas que encierra. Y, a pesar de no poder confeccionarle la enciclopedia turística que se merece, valga una pincelada de su esplendor como invitación para conocerlo y protegerlo.

 

• Guía de infraestructura de este departamento

 

 

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