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Muere Carmen Valero, primera atleta olímpica española, a los 68 años

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Doble campeona del mundo de cross y considerada mejor atleta española del s. XX, ha muerto a los 68 años

Carmen Valero, con la medalla en el Mundial de cross de 1977.
Carmen Valero, con la medalla en el Mundial de cross de 1977.E.M.

La palabra "pionero" o "pionera" se ha pronunciado y escrito muchas veces para expresar la esencia, la influencia, la trascendencia de quienes, en el deporte español, dieron ejemplo y abrieron camino, casi siempre de forma espontánea, a menudo incomprendida y nunca suficientemente loada por todos los que, en este país, en esta sociedad tenemos que ver con el deporte, su naturaleza y su significado. Pionero. Pionera. Si alguien merece semejante apelativo, semejante título, previos al homenaje y el agradecimiento sin excepciones, freno o caducidad, es Carmen Valero, fallecida hoy a los 68 años.

Su figura trasciende la relación de sus éxitos, sus logros, sus gestas, sus títulos, para inscribirse en un catálogo mucho más general, mucho más completo de virtudes e influencia en la vida nacional. Diremos, escribiremos, celebraremos que fue dos veces campeona mundial de Campo a Través, de Cross (en 1976 y 1977). Glosaremos que se convirtió en la primera atleta española en acudir a unos Juegos Olímpicos (Montreal76). Aplaudiremos que fue "innumerables" veces campeona de España en diversas edades, distancias y superficies, y plusmarquista nacional de 800, 1.000, 1.500 y 3.000 metros. Pero todo eso, en su escueta relación, en su estricto fundamento e indudable importancia queda incompleto, jamás superfluo, si no le añadimos que Carmen, que rompió moldes deportivos, también derribó fronteras sociales y abrió camino, facilitándolo, a las generaciones posteriores. Pionera deportiva, sí, pero asimismo mujer vanguardista, adelantada a unos tiempos que ella se encargó de anticipar a la vez que los iba abriendo.

Rebelde con causa

Correr era para ella tan imprescindible como respirar. Corría por instinto, por necesidad en una época en la que el deporte, el atletismo en especial, con su exigencia física, era poco menos que una actividad vetada a la mujer, atentatoria contra la feminidad oficial, política y religiosa, y sujeta a la censura, la hostilidad y la rechifla. Correr era impropio y antinatural para quienes estaban destinadas por designación divina y asunción humana a las labores domésticas y la maternidad. Aquella que osaba ampliar sus horizontes con el deporte de competición era poco menos que un "marimacho", un "machirulo" y una vergüenza familiar.

Carmen, rebelde con causa, desafió victoriosamente todos esos prejuicios y esas lacras y, por otra parte, comprendida y animada por su padre, se convirtió en un referente eterno para el deporte femenino español. Más aún: para nuestro deporte en general, representación de la igualdad como principio de vida y convivencia, sin negar en absoluto la biología, más bien enriqueciéndola en sus diferencias.

Carmen era mujer, madre y campeona. Cuando ganó el Mundial en 1976 lo hizo ante la soviética Tatyana Kazankina, oro olímpico ese mismo año en Montreal en 800 y 1.500 metros, y que en el curso de su carrera batió siete récords mundiales. Cuando triunfó en 1977, se impuso a otra soviética, Lyudmila Bragina, campeona olímpica de 1.500 en Múnich72. Nadie pondría la mano en el fuego de una hoguera o una cerilla por la limpieza de los métodos soviéticos de entonces.

Carmen participó en Montreal 76 en 800 y 1.500 metros. No eran sus distancias. Ella era fondista, y como tal pasó a la historia del deporte español y el atletismo internacional. Era agraciada y menuda (1,69 de estatura y 49 kilos de peso). Era liviana y elegante desplazándose por la pista o la tierra. Había nacido en la localidad turolense de Castelserás el 4 de octubre de 1955, pero se instaló desde muy niña en Cerdanyola y está asociada a Sabadell, donde, a los 14 años, empezó a correr de la sabia mano de Josep Molins, otra leyenda, fallecido en marzo de 2023. "Soy mitad catalana y mitad maña", decía con doble orgullo.

Se retiró en 1980. Regresó dos años después para ganar el Campeonato de España de Cross. Se negó a acudir al Mundial tras unas palabras a cierto directivo de rancias convicciones y declaraciones: "Pues te pones una falda y vas tú". Nunca vivió del deporte. Trabajaba en la Caja de Ahorros de Sabadell. La ha matado sólo físicamente, a los 68 años, un derrame cerebral. Tenía en su poder algunos reconocimientos oficiales, pero quizás estimaba más que ninguno el de Mejor Atleta del Siglo XX, otorgado por la Asociación Española de Estadísticos del Atletismo. Pero, en su precocidad y vigencia, su figura es intemporal.