La niña que corría con un cascabel atado al tobillo para que sus padres supieran por dónde trotaba su pequeña de sólo ocho años, cuando cada dos por tres desaparecía por las montañas de Cerdanyola, fue proclamada en 2017 la mejor atleta española de todos los tiempos. Ella era Carmen Valero, maña de nacimiento y catalana de adopción.
A su hermana mayor le diagnosticaron un problema de asma y los médicos recomendaron a la familia un cambio de aires, así que la familia se trasladó a Cerdanyola, aunque luego la vida de Carmen se desarrolló en Sabadell. Allí fue donde cursó sus estudios, donde se hizo atleta y donde encontró su primer trabajo.
Carmen se inició en el atletismo gracias a unas amigas, las hermanas Juana y María Antonia Soler, que pertenecían al club de la juventud atlética de Sabadell. Más tarde pasaría al CN Barcelona, donde se le abrieron nuevas perspectivas.
"Correr era una necesidad para mí, desde siempre. Es como si fuera un tatuaje. En mi familia no había tradición. Pero yo iba corriendo a todos los lados. Lloraba por hacerlo, y con media hora no tenía bastante. Quería una hora. Mi padre no sabía qué hacer conmigo", recordaba en 2018 cuando fue elegida como una de las 80 leyendas del deporte español coincidiendo con el 80 aniversario de MARCA.
La pasión y sus ansias por galopar seguían intactas. "Ahora hago más otros deportes, pero cuando me pongo las zapatillas a veces me voy como una bala y me tengo que decir 'para, para, que te lesionas, que ya no es como antes'", explicaba divertida.
Una pionera que no quería serlo
Carmen Valero rompió esquemas y barreras. Como deportista y como mujer en una España poco plural. Eran los años 70 y 80. Fue pionera y referente casi sin proponérselo. Ella sólo quería correr, sin más. Cuando empezó no tenía metas, pero fue la primera atleta española en participar en unos Juegos Olímpicos, en Montreal 1976, en las pruebas de 800 y 1.500 metros. "Yo era fondista, pero no había carreras largas y también era rápida", argumentaba.
Fue la única española que ganó un campeonato del mundo de cross: lo hizo dos veces, en 1976 y 1977, para asombro de la mayoría de los miembros de la Federación que no sólo no apostaban por el atletismo femenino sino que lo menospreciaban sin disimulo ni pudor.
"No nos tenían en cuenta en las reuniones y preparaban todo nuestro calendario anual en tan sólo diez minutos. No contábamos para ellos. De hecho hubo quien nos dijo que éramos unas culonas y unas pechugonas", comentaba con cierto pesar pero feliz por comprobar cómo habían cambiado felizmente los tiempos.
Pero Carmen supo acallar aquellos despreciativos comentarios de los años 70 y 80 y cambiar las discriminatorias concepciones con sus registros y sus medallas: quedó primera en la modalidad de campo a través durante ocho años en España. Además, subió al cajón más alto del pódium español en 800, 1.500, 3.000 y 5.000 metros. Y fue elegida mejor atleta nacional del siglo XX. En 2017, la proclamaron de todos los tiempos. En hombres, la distinción fue para Fermín Cacho.
Retirada y regreso triunfal
En 1981 se retiró del atletismo, pero cinco años más tarde volvió a la competición con la suficiente fuerza para ganar el Campeonato de España de cross individual por octava y última vez, el de España de 5.000 metros y la Jean Bouin.
Carmen era feliz corriendo, lo hacía por deseo personal, sin presiones y sin más premios que no fuera la autosatisfacción. "El dinero que me dieron por ser campeona del mundo me llegó para comprarme las palomitas del cine y poco más", rememoraba. Entonces no fue consciente de sus gestas en el atletismo español y mundial ni de sus proezas como mujer deportista. Luego, con el devenir de los años, sí.
Carmen, la de la eterna sonrisa, la reina española del cross, ha dejado la huella imborrable que en letras de oro dejan los grandes deportistas.Descanse en paz.
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